Nuestra Historia
El Padre Manuel Ashkar OMM. (En el mundo François Luis Ashkar) Nació en el Líbano el 10 de diciembre de 1881, desde muy pequeño se entregó a los estudios de la religión, demostrando un espíritu hacia las cosas de Dios.
Ingresa en el año de 1895 a la Orden Alepina de San Antonio Abad (actualmente Orden Maronita de la Beata Maria Virgen)
En el año de 1901 los superiores de la Orden lo envían a estudiar a Roma, en Universidad Pontificia de “Propaganda Fide” y culminando sus estudios pontificios en 1911, siendo condiscípulo de San Pío XI.
Doctorado en la Santa Sede, en 1920 el Papa Benedicto XV solicita misioneros orientales para América Latina. Y la Sagrada Congregación de Ritos Orientales le nombra Misionero Apostólico Para la Iglesia Oriental.
A raíz de ello, el Padre Manuel, junto con otro sacerdote de la Orden, fue enviado a América Latina, mas precisamente al Uruguay y a la Argentina; a fin de recolectar fondos para la Patria libanesa, entre los paisanos, ya radicados en esta región rioplatense y auxiliarlos espiritualmente.
El Padre Manuel recorrerá Montevideo, Y los lugares anexos recogiendo los gentiles óbolos que las comunidades tanto libanesa como todos los buenos cristianos, supieron entregar para tan misión humanitaria.
Llegado a al Argentina, recorre las regiones de la Prov. De Buenos Aires, El Litoral, las provincias de Cuyo; solicitando no solo a los paisanos sino también a los hombres de buena voluntad una contribución para la causa.
En este derrotero misional, el Padre Manuel, oficiará casamientos y bautismos, funerales y misas todo en el rito Maronita, alegrando a los inmigrantes de este rito, los cuales, al no poseer capellanes (como otras colectividades) le estaban agradecido.
De los dos sacerdotes, el P. Manuel decide quedarse para ocuparse de los Libaneses, los cuales estaban sin atención espiritual en muchas regiones, salvo por los servicios que ofrecían los padres de la Misión pero que también estaban rebalsados de trabajo. Obtenido el permiso de sus superiores, se quedará definitivamente en Argentina.
Luego de varias misiones itinerantes y luego de bautizar a muchos fieles, decide instalarse en una misión fija.
Para ello en el año de 1932, se instala la Misión Maronita Libanesa de Villa Lynch, que de aquel entonces pertenecía a la Diócesis de La Plata. Con los debidos permisos del Obispo del lugar, se comienzan las obras de construcción del templo. Las obras comienzan con una base de fondos de $ 130.- (ciento treinta pesos)
El padre Manuel, ejercerá mucha influencia, no solo espiritual entre los católicos, sino también social, en toda la región de San Martín y limítrofes, llegando su fama mucho más allá de la región.
La Providencia hará que conozca a la Sierva de Dios Madre Isabel Fernández del Carmen, fundadora de la Congregación de las Hnas. Misioneras de San Francisco Javier y la capilla y escuela de Ntra. Sra. Del Carmen de Sáenz Peña y juntos serán los evangelizadores de la zona de la actual Villa Lynch y Villa Raffo ubicados hoy en día en los partidos de Gral. San Martín y Tres de Febrero de la Pcia. de Buenos Aires.
Su auxilio no es exclusivo ni excluyente; atenderá enfermos y moribundos; auxiliara a la gente más desposeída de la zona; será consuelo y refugio en el dolor de muchos y apoyo de otros. Para los pobres será la esperanza y para los ricos el consuelo.
Y su mano generosa llegará a todos los seres humanos, sin preguntar raza o credo. Serán beneficiados por su generosidad desde el rabino de villa Lynch (el cual socorrió en más de una oportunidad), el incrédulo y el ateo; todos son hijos del Señor.
La Comunidad Israelita, por su generosidad en socorrer a todos, aportaré fondos para la construcción del templo parroquial de Ntra. Sra. Del Líbano.
Verá culminada la construcción del Templo y el comienzo de una escuela. Con un total cubierto de 1.600 metros cuadrados distribuidos entre cripta, templo y salones. Y luego, ya agotado por su labor misionera y apostólica, entregó su alma al Señor el 6 de octubre de 1958.
Miles desfilarán delante de su cuerpo como tributo y reconocimiento a su labor, desde los altos dignatarios eclesiásticos, hasta los humildes jornaleros de la zona; todos llorarían al “Santo Varón” que el Señor había llevado a su seno. El periódico Israelita lo calificó de “Justo”. Por su petición fue sepultado en el cementerio Gral. De San Martín, en tumba sencilla y sin ornamentos exteriores alguno. Pero dado el amor del Pueblo fiel hacia su persona, sus restos fueron trasladados a la Iglesia parroquial del Líbano, y reposan en ella, hasta el día de la Justificación, siendo honrado y venerado por muchos fieles.